Creo que muchos españoles somos monárquicos al menos una vez al año, mañana, cuando millares de niños coloquen los zapatos en el balcón o la chimenea para recibir los Reyes Magos. Aunque sea por sólo desterrar a Papa Noël, bien merece ser monárquico por un día. Y también dice la tradición que los tres reyes llevaban regalos al Niño que está en la cuna. Y es tradición que por estas fechas, articulistas, políticos, periodistas y personas de malvivir utilicen como percha a los reyes para hacer sus regalos. Yo no seré menos. Y, además, lo hago con la ilusión del abuelo que ha superado mil batallas y el cuerpo lleno de heridas, no todas cicatrizadas.
Al presidente andaluz, le regalarán Manuel Chaves, su homónimo en los guiñoles de Canal +; a Celia Villalobos, un ministerio de nuevo cuño, especializado en contratar a personas de confianza; a Teófila Martínez, una cartilla de urbanidad política y dosis astronómicas de almax para los ardores estomacales. A Magdalena Álvarez, de rojo subido últimamente, un encuentro con Benjumea y Beneroso y si fallan, con Pepe Caballos.
El presidente del Parlamento andaluz, Javier Torres Vela, escribió al rey Melchor y le pidió el monopoly de la verdad, juego apasionante en el que se trata de descubrir quién miente, como norma. Torres Vela, como un misionero iluminado, se ha echado a los caminos andaluces en defensa de algo tan noble como la política. Mal lo tuvo el ex diputado Rafael Centeno que se vio obligado a escribir al rey negro, Baltasar, porque hubo enemigos retorcidos que le quisieron enviar una patera cargada de esperanza. Diego Valderas, con la ladina sonrisa de Antonio Romero, ofreció oro, incienso y mirra a Chaves, enterrando la pinza, mientras que Antonio Ortega, últimamente con el paso cambiado, reubicaba su lugar y el de su partido en el belén socialista que parece tener más figuritas que nunca. Su compañero de partido y gobierno, José Hurtado, recibirá de Melchor la estrella de la paz, de nombre turismo, y Paulino Plata, clamando por los campos andaluces, ya tiene a los tres magos enterrando los malos augurios y quemando romero para que las vacas locas sean historia.
Javier Arenas y Antonio Sanz no tienen quien les haga regalos. Se lo montan ello solos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de enero de 2002