Hay encanto en este candoroso -y de retorcida y tumultuosa trama argumental, que a veces lo acerca a un desmelenado culebrón con aromas de antigua leyenda-, en este atractivo, simpático, expeditivo y completamente loco western tailandés. Es una rareza que no estorba, que tiene incluso cierta garra y que deja ver detrás de la pantalla muchas horas de cine occidental devorado con ojos muy abiertos por su escritor y director.
Sus ganas y su buena ingenuidad componen un marco lleno de gracia. Se agradece su voluntad de dar a la pantalla ecos de cine clásico. Pero son precisamente estas ambiciones de clasicismo, de adopción desde las antípodas de patrones genéricos como el del western -que requieren un gran dominio de cadencias fijadas por casi un siglo de tradición- lo que se convierte en tiro por la culata para estas Lágrimas de tigre negro, pues no están formalmente dominadas ni son creíbles filtradas a través de la extrema torpeza de los intérpretes, que no transmiten en su gesto la dureza de sus actos y esto hace chirriar el entramado del mecano con que nos quieren hacer jugar.
LÁGRIMAS DEL TIGRE NEGRO
Director: Wisit Sasanatieng. Guión: Wisit Sasanatieng. Intérpretes: Chartchai Ngamsam, Stella Maluchi, Supakorn Kitsuwon, Arawat Ruangvuth, Sombati Medhanee. Nacionalidad: Tailandia, 2000. Género: drama. Duración: 110 minutos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de enero de 2002