La moneda siempre ha sido única. Como la anilla nasal del toro, la raspa del gato, o la madre.
La moneda evitaba llevar a cuestas las propiedades, pero la variedad de cuños, patrones, resguardos y funciones de su evolución no niega el carácter único de la representación monetaria.
El dinero tarjetario es ligero pero será mejor sin tarjeta, cuando toda compra se liquide con anotaciones telemáticas de nuestra huella o algo así.
La moneda más temible y confortable será incorpórea, invisible, digital, pero siempre será moneda. Vencida y desarmada, la moneda contante y sonante desaparecerá, pero seguirá vigente la función imprescindible del dinero, su eternidad, que es representar la esencia de la mercancía, la aniquilación de la solidaridad, los esfuerzos de casi todos para obedecer a unos cuantos, que sólo bajan del tejado si se caen.
Con el euro, con los horarios, con la tele y sus bombásticas todo va eurocráticamente bien, pero sería fatal pensar que todo es así y la vida como el circo.
El dinero será nuestro ADN pero no habrá vallas amarillas para todas las procesiones. la Unión Soviética cayó porque la gente no se creyó su sistema y le permitieron demostrarlo. Y nunca hacemos más que imitar a nuestros derrotados. Es la Historia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de enero de 2002