Don Telesforo Bravo, a quien todos sus alumnos de la Universidad de La Laguna llamaban siempre así, don Telesforo, era uno de los más importantes geólogos y edafólogos españoles. También fue un sabio en su profesión, un caminante de su tierra, Canarias, y un codiciadísimo experto en subsuelos, que fue requerido por gobiernos de muchas partes del mundo (Irán, Venezuela) para calibrar las posibilidades de riqueza en sus territorios y en sus mares. Cuando dejó la cátedra de Petrología, que desempeñó desde 1965 en la universidad de su tierra, no se encerró en su casa, que era también como una facultad, llena de fichas y de diapositivas de todo el mundo, sino que siguió viajando y mirando al suelo, a las piedras, como si éstas le hablaran. Y le hablaban. Falleció el lunes último en el Puerto de la Cruz (Tenerife), a los 89 años, en pleno ejercicio de su profesión, por la que sintió una vocación contagiosa. Como investigador y como ciudadano, obtuvo en su tierra las más altas distinciones, entre ellas el premio Canarias de Investigación de 1989 y la Medalla de Oro de su isla.
Su cultura era enciclopédica, siempre se fraguó en torno a la naturaleza, y él fue, con su hermano Ventura y con algunos amigos íntimos, el iniciador del montañismo en Tenerife, cuando éste era un deporte de bohemios o de ilustrados. Formaba parte de una generación de científicos isleños que provenían de la enseñanza republicana y entre los que sigue en pie Antonio González, catedrático de Química e investigador, como el doctor Bravo, de reconocido prestigio internacional.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 9 de enero de 2002