Una hora de pánico. De las nueve de la mañana hasta las diez. Todo ese tiempo duró la angustia de una madre de Olesa de Montserrat desde que vio cómo un delincuente le robaba el coche y se llevaba dentro a su hija de ocho meses, hasta que la policía la rescató, sana y salva, cerca del barrio de Can Tunis de Barcelona, el conocido supermercado de la droga.
Francisco A. C., de 33 años, merodeaba poco antes de las nueve de la mañana junto a la entrada del colegio Nostra Senyora de Montserrat sin perder de vista los coches que llegaban para dejar a los niños. Esperó hasta que una de las madres que acompañaba a su hijo abandonó el vehículo. Intentó abrirlo, pero no lo consiguió. Al lado observó que había otro, un Citroën Xsara Picasso, que tenía las llaves puestas en el contacto. No dudó: entró, puso en marcha el coche y salió a toda velocidad. La madre, que acaba de dejar al hijo mayor en la puerta del colegio, llegó a tiempo para ver cómo le robaban el coche con su hija dentro. Salió corriendo detrás del coche: 'Mi hija, mi hija! ¡Que se llevan a mi hija!' gritaba, para advertir al resto de madres y padres.
La persecución que intentaron los padres fue inútil. Al desconcierto inicial siguió una frenética actividad. Llegó la policía, le explicaron lo sucedido y le describieron el vehículo. La madre, presa de la angustia, recordó que había dejado su teléfono móvil conectado en el interior del coche. La policía llamó y... sorpresa: el delincuente contestó. Era el jefe de la policía local de Olesa quien llamaba. Le explicó la gravedad de la situación y las consecuencias que para él podía tener si le ocurría algo a la niña. El delincuente pareció meditar. Dijo que había cogido el coche para ir a Barcelona, que tenía que hacer un recado y que lo devolvería al regreso. El jefe de policía le persuadió finalmente de que era mejor que se entregara. El joven le contestó entonces que entraba en una gasolinera de la Zona Franca y que allí estaría. Rápidamente, un dispositivo policial se dirigió al lugar. Y allí estaba el coche con el joven delincuente. Y la niña, algo asustada, pero bien. En la escuela, la madre, presa de la desesperación, no había podido soportar el sufrimiento y se había desvanecido. La llamada de la policía la remontó del pozo en que estaba. La historia, finalmente, terminaba bien.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de enero de 2002