Fueron emigrantes en jaque. Casi todos sufrieron, y algunos vivieron aventuras de película para lograr el sueño americano desde la antigua URSS. Ahora son ciudadanos de EE UU, ocupan el 40% de las plazas en el campeonato nacional y más de la mitad en la selección. Sólo hay una cosa en su vida que no ha cambiado: la pasión por el ajedrez.
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De los que estos días luchan por el título en Seattle, el caso más dramático es el de Borís Gulko, de 54 años, quien ha sido campeón de la URSS y de EEUU. Debido a su disidencia política con el Kremlin, mantuvo tres huelgas de hambre junto a su esposa, la destacada ajedrecista Ana Ajsharúmova, hasta que les permitieron salir del país, en 1986. Cuatro años antes, varios jugadores occidentales disputaron algunas rondas de la Olimpiada de ajedrez de Lucerna (Suiza) ataviados con camisetas donde se leía "Libertad para Gulko".
La aventura de Elena Ajmilóvskaia, hoy Donaldson, fue romántica y escandalosa a la vez. Ocurrió en la Olimpiada e Tesalónica (Grecia), en 1988, donde la competición femenina originó un interés inaudito porque la hegemonía del todopoderoso equipo de la URSS se veía amenazada por cuatro chicas húngaras: las tres hermanas Polgar (19, 14 y 12 años) y Madl, de 21.
La emoción fue tremenda, y sólo el formidable rendimiento de Ajmilóvskaia (8,5 puntos en 9 partidas) permitió que las soviéticas mantuviesen el ritmo de las magiares hasta dos rondas antes de la clausura. Justo en ese momento, los periodistas madrugadores captaron una noticia de gran impacto: Ajmilóvskaia había huido con el entrenador de EEUU, John Donaldson, tras contraer matrimonio en secreto la noche anterior. Hungría ganó la medalla de oro con medio punto de ventaja sobre la URSS, cuyos directivos mostraron un semblante inolvidable.
Otro participante en Seattle es Ígor Ivánov, cuya odisea ocurrió en 1980, mientras preparaba su viaje desde Moscú al torneo de Cienfuegos (Cuba). Había decidido escaparse, pero su libertad y futuro dependían de la escala que hiciese el avión de regreso: podía ser en Canadá, cuyo Gobierno le otorgaría asilo político, o en un país comunista, lo que supondría el fracaso del plan. Con el corazón a punto de estallar, Ivánov subió las escaleras de la Federación Soviética de Ajedrez para recoger su billete de avión. Y le costó mucho poner cara de póquer cuando vio que la escala iba a ser en Canadá.
Algunos jubilados ilustres, que no participan en el Campeonato de Seattle, también cuentan historias entrañables. Como Anatoli Lein, de 70 años: "Leí todos los anuncios de la guía telefónica de Nueva York para aprender inglés. No tenía dinero para hacer otra cosa". Matemático de profesión, no mejoró en capacidad económica con el cambio de país, pero sí en libertad. O como su amigo Vitali Zaltsman, otro emigrante de la misma época: "El tiempo que antes invertía en hacer colas para comprar comida en la URSS lo dedicaba a recorrer EEUU en autobús para jugar torneos".
Clasificación (5ª ronda): 1º Christiansen 4,5 puntos; 2º-4º Shabálov, Yermolinski y Kreiman 4; 5º-11º Benjamin, Kaidánov, Ivánov, Stripunski, Serper, De Firmian y Fishbein 3,5; 12º-15º Seirawan, Gulko, Fedorowicz y Kudrin 3; 56 participantes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de enero de 2002