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Reportaje:

Rechazado por minusválido

Una norma impide que Eduardo Valcárcel ingrese en la Escuela de Entrenadores por tener la pierna izquierda amputada

Eduardo Valcárcel, un donostiarra de 28 años que prepara a los jugadores adolescentes del Rayo Majadahonda, quiere ser entrenador profesional de fútbol, ... pero no puede. La escuela de técnicos de la Federación de Fútbol de Madrid no le deja entregar los impresos necesarios para inscribirse. El artículo 3.4 de los estatutos que regulan esta actividad profesional impide el acceso a las pruebas a quienes "padezcan algún defecto físico o enfermedad infecto contagiosa". Eduardo no tiene ninguna enfermedad, pero tiene la pierna izquierda seccionada desde la altura de la ingle. Un camión le atropelló cuando aún no había cumplido dos años. "Debía de ser un bala cuando era pequeño", comenta sonriente Eduardo.

Una artículo impide hacer las pruebas de acceso a quien tenga algún "defecto físico"

Eduardo Valcárcel pasó con éxito todas las pruebas físicas que se le impusieron cuando decidió iniciarse en el secreto de las pizarras y la táctica. Hizo carrera de larga distancia, completó series de velocidad, regateó, cabeceó,...hizo de todo, menos chutar al balón con la pierna izquierda. Está claro que no se negó por un problema de actitud. Sencillamente, no puede. En ese mismo examen uno de los astutos profesores le puso una pequeña objeción teórica: "Y ¿cómo enseñará usted a disparar con la zurda?", Eduardo Valcárcel, sereno, le respondió: "Cogeré al que mejor la pegue al balón del equipo y le pondré de ejemplo". Pero Eduardo no es un novato. Desde el día en que uno de los curas de la institución religiosa en la que cursó la enseñanza primaria tuviese la idea de que, ya que no podía jugar, se convirtiera en el entrenador de sus compañeros, Eduardo, ha ido obteniendo todos los titulos previos al definitivo, al de nivel III, el de entrenador nacional. "Llevo con esta idea en la cabeza desde que tenía 13 años y lo único que quiero es conseguirlo", confiesa.

Julián Gil Laborda, el director de la escuela de entrenadores, se escuda en la norma. La norma implica que Eduardo Valcárcel no tenga tiempo de presentar su solicitud la semana que viene. "Nosotros no tenemos ninguna postura en este caso porque no nos compete" , afirman con voz de hastío en la escuela. "Lo único que pido es que no se entierre mi caso bajo la burocracia", suplica Eduardo. El joven entrenador fue ayer a la Consejería de deportes de la Comunidad de Madrid, para solicitar que no se le "discrimine". Juan Iglesias, el portavoz, le aseguró que por parte del gobierno de Madrid "no habría problemas". Sin embargo, ese camino diáfano que pinta Iglesias consiste en esperar una rectificación en el Boletín Oficial del Estado a esa norma discriminatoria, que emana de un Real Decreto de 1994. Algo que, en teoría, debería haberse producido en 1999.

Una farragosa maraña, que a pesar de las buenas intenciones de algunas instituciones, puede sepultar la ambición de Eduardo Valcárcel. Aunque el joven guipuzcoano ya tiene experiencia en superar los problemas derivados de su minusvalía. La carrera deportiva de Valcárcel es tan variada como exitosa: subcampeón de ciclismo de España, octavo en el campeonato nacional de esquí, clasificado para disputar un torneo de natación estatal y aficionado al piragüismo desde hace cinco años.

Valcárcel aterrizó en Madrid con una beca para completar un cursillo de electrónica. Pero se quedó. Una oferta del Rayo Majadahonda para dirigir a uno de sus equipos juveniles y un trabajo en un colegio, el Antonio Machado, de esta localidad del noroeste de Madrid le han atado a la capital. En la institución de enseñanza se ocupa, entre otras cosas, de controlar a los chavales en el comedor. "No paro de moverme, la verdad", asegura. En el colegio también se encarga de barrer el patio "sólo con la ayuda de una muleta". No son sus únicas ocupaciones. También organiza una liga para adultos de fútbol siete.

Eduardo no tiene complejos y no duda en bromear sobre su minusvalía. Los chavales con los que trabaja, entre los 10 y los 17 años, no son precisamente diplomáticos y todos los años tiene que contestar a la misma pregunta: "¿Oye, cuando te compras unas zapatillas que haces con la del pie izquierdo, o consigues que te vendan sólo la del derecho?". Eduardo se ríe y contesta: "Pues claro que me tengo que comprar el juego completo y la zapatilla izquierda la tiro a la basura".

El preparador, que trabaja en las categorías inferiores del club majariego desde 1996, insiste en que no quiere "ningún tipo de ventaja, ni ninguna clase de enfrentamiento personal. No me meto con nadie, sólo quiero que todo salga bien". Por el momento, Eduardo se atrinchera en su sentido del humor y él mismo señala cual es su única ventaja en este caso: "Siempre me levanto con el pie derecho".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de enero de 2002