El día 21 de diciembre fui a la biblioteca pública municipal de Colmenar Viejo y encontré un cartel que decía: 'Esta biblioteca estará cerrada hasta el 8 de enero'.
Genial, durante vacaciones, cuando puede haber gente joven y vieja que tiene tiempo de leer, de leer periódicos sin comprarlos, de recoger y devolver libros, la única biblioteca en una ciudad extensa, de 37.000 habitantes, está cerrada. Cuando alguien podría necesitar leer un libro de jardinería para ver si sus tiestos helados podrían retoñar, la biblioteca está cerrada. Como también está cerrada los sábados de todo el año.
Es decir, es una biblioteca que no está abierta justo cuando la gente no trabaja o no tiene clase, una biblioteca donde los que no tienen sitio para estudiar en su casa tampoco pueden estudiar.
Está claro que el Ayuntamiento tiene que contratar a más personal, aunque sea en tiempo parcial, y si me apuran, tener dos bibliotecas completas en zonas separadas de la ciudad.
El año pasado empezó el Ministerio de Cultura una campaña, que durará más de cuatro años, de fomento de la lectura. Podían empezar a gastarse el dinero en más bibliotecas, abiertas incluso los domingos y hasta altas horas, como en los Estados Unidos, en dar premios a los lectores/as más enviciados, a los niños/as más ávidos de conocimientos del mundo y en hacer salas de lectura en grupo para personas mayores, actualmente no lectoras, con libros de letra grande y temas no deprimentes para quienes conocieron los agridulces caminos de la vida. Y muchas cosas más.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de enero de 2002