Quiero manifestar mi más absoluta indignación con la forma con que determinados medios de comunicación -bien a través de editoriales, artículos de opinión, columnas etc, o bien a través de tertulias- están tratando la crísis en el socialismo vasco. De forma terriblemente injusta están dividiendo a los socialistas vascos en buenos y malos. En defensores de la Constitución y el Estatuto y en quienes claudican ante el nacionalismo. Yo invito a todos esos periodistas y tertulianos a que recorran las Casas del Pueblo en Euskadi, y les reto a que encuentren a un solo militante socialista -uno sólo- que no defienda la Constitución y el Estatuto (con lo que conlleva en Euskadi su defensa).
Sería muy interesante, y además se llevarían grandes sorpresas, al darse cuenta que la cultura constitucional de los socialistas vascos supera con creces la de los militantes de la derecha que gobierna en Madrid. Y ello tiene una explicación histórica: fueron los socialistas los que, casi en solitario, tuvieron que defender la Constitución en Euskadi en 1978, mientras -nacionalistas aparte- otros todavía dudaban o abiertamente se mostraban contrarios a la restauración democrática.
Por eso, cuando escucho que alguien intenta poner en duda el compromiso con la libertad y con la Constitución y el Estatuto de los socialistas vascos, me vienen a la memoria aquellas palabras de Fraga Iribarne cuando dijo aquello de 'la calle es mía'. Hoy, sus seguidores mediáticos piensan que, al igual que antes lo era la calle, ahora la Constitución también es suya.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de enero de 2002