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OPINIÓN DEL LECTOR

El Gran Barajas

El pasado 13 de diciembre fue un día triste. Ese día, el Ministerio de Medio Ambiente, demostrando una vez más su sometimiento a los intereses del Ministerio de Fomento, y olvidándose de que debería ser el defensor natural de la calidad de vida de los ciudadanos, aprobó la declaración de impacto ambiental (DIA), dando vía libre a la nueva y mastodóntica ampliación del aeropuerto de Barajas.

La declaración de impacto ambiental nunca debió ser aprobada por la sencilla razón de que la ampliación del Gran Barajas nunca debió haber sido ni siquiera imaginada.

Ampliar aún más el aeropuerto es una monstruosidad. Barajas, reconocido por cualquier experto, es ya un aeropuerto urbano, mal ubicado, en una zona con frecuentes calmas chichas en verano, con innumerables nieblas en otoño-inviemo, rodeado de montañas y, sobre todo, de ciudadanos. Soterrar una carretera, desviar un río, cambiar el aeropuerto de Torrejón, destrozar pueblos como Belvis y, sobre todo, aumentar los sufrimientos de 500.000 vecinos del entorno de Barajas, es algo aberrante en lo que ni siquiera debió llegar a pensarse.

Primero se debería pensar en gestionar bien el Barajas actual; una vez saturado, y si necesitásemos un segundo aeropuerto, perfecto, hagámoslo. Pero ¿por qué nos mienten diciendo que hacen falta ¡20 años! para construirlo?

Hay ejemplos actuales en Europa, que AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea) conoce, que desmienten la necesidad de un periodo tan largo. Tarde o temprano, los ciudadanos de Madrid se darán cuenta de quiénes son los únicos beneficiados de una inversión de más de 500.000 millones de pesetas (3.000 millones de euros) para un Gran Barajas que nace ya con sus días contados.

Inmersos en este cúmulo de chanchullos y noticias negativas, a los vecinos del barrio de la Embajada, en la Alameda de Osuna, nos queda la satisfacción de que, al menos, la nueva DIA reconoce la necesidad de que la actividad del dique sur y la plataforma de carga 7 sean ubicadas en un emplazamiento alejado de cualquier núcleo de población.

No escribo esto último por complacencia, sino para informar -a las otras 499.999 personas afectadas por la monstruosidad de Barajas- de que esto se ha logrado por la presión social de nuestras movilizaciones en pijama, por la presión continua y constante en los organismos oficiales (Ayuntamiento, Comunidad), por la sensibilidad y apoyo de los partidos de la oposición y también, indudablemente, por la querella criminal (que, afortunadamente, sigue en curso) interpuesta por 160 vecinos en contra de AENA. Es decir, la amplia y contundente respuesta ciudadana es lo único que logrará que se haga justicia con todos nosotros. Ánimo, aún estamos a tiempo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 15 de enero de 2002