Mis amigos ahora me dan la razón cuando les dije que la única obsesión de Javier Madrazo era ser consejero, a cualquier precio, de cualquier cosa. Ya en su etapa, corta por otra parte, en el mundo asociativo, su afán de protagonismo era espectacular. En el circo político, donde es más sencillo, su ego se ha disparado; de hecho, el único acuerdo real que tiene con el PNV es ocupar el mayor tiempo posible en EITB y Deia. Ha traicionado todos los principios de la izquierda, ha preferido la estética a la ética, la apariencia a la esencia. Por no hablar de las inauguraciones de viviendas oficiales, las mismas que antes criticaba, realizadas gracias a la gestión de EA; ahora, de repente, se han convertido en la envidia del sector.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 15 de enero de 2002