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'Las mujeres no valemos nada'

Con la moral por los suelos, el escepticismo en la Justicia y el miedo en el cuerpo. Así recibió Clara Vallejo la sentencia del Tribunal Supremo que ha desoído lo que ella denunció en su día con tanto arrojo. De alguna manera, Clara vive con el sentimiento contrapuesto de quien fue proclamada poco más que una heroína al atreverse a denunciar la paliza y ahora sufre los embates de la soledad más profunda. La soledad de quien no ha tenido más remedio que encarar la vida por sí sola para sacar adelante a sus tres hijos. 'Cuando hay alguna novedad jurídica todo el mundo me llama, pero después te encuentras sola', señalaba poco después de regresar de trabajar en la recolección de la aceituna , un jornal que complementa después con la limpieza de una casa particular.

La desolación que sufre Clara Vallejo tras conocer el fallo del Supremo no es muy diferente a la que ha tenido desde que conoció la sentencia de la Audiencia de Jaén. 'Qué quiere que le diga, pues que las mujeres no valemos nada y casi no merece la pena luchar', decía con profundo abatimiento. Clara saca sus conclusiones de la Justicia: 'A mí me machacó y no le pasó nada. Ahora va a la cárcel por rozar a un guardia'.

Clara, que aún hoy padece importantes secuelas de la agresión recibida hace cuatro años, tiene claro que 'con sentencias como ésta es difícil animar al resto de mujeres que sufren la violencia'. Aunque considera que en los últimos años se ha avanzado en la concienciación de las mujeres, cree que la sensibilidad de los órganos judiciales no ha variado. 'Las sentencias siguen igual con el paso de los años, a pesar de las buenas palabras de los jueces y los políticos', subraya.

Con todo, la mujer de Alcaudete prefiere pasar página lo antes posible. 'No quiero complicarme la vida', indica, tras admitir que siente a diario el miedo de quien carece de protección alguna. 'No tengo guardaespaldas alguno y él puede venir aquí en cualquier momento', manifiesta con resquemor.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de enero de 2002