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COLUMNA

Blastocitos

En Valencia se habló el jueves de ética y clonación. Y no sólo fue imposible el acuerdo, sino que ni tan siquiera se alcanzó a elaborar unas mínimas conclusiones sobre el encuentro entre científicos, filósofos, periodistas y militantes 'pro-vida'. Quedó por tanto abortado cierto borrador en el que por lo visto se solicitaba libertad para la investigación.

Allí presente, el profesor Jean Dausset, premio Nobel de Medicina procedente de una Francia laica que acaba de pactar la explotación científica de los embriones humanos. Y también el profesor Bernat Soria, cuyas investigaciones en la Universidad Miguel Hernández de Elx corren peligro de muerte o exilio forzoso ante una campaña de desprestigio ajena a la comunidad científica. El fisiólogo de Carlet reclama 'una ética no confesional que nos ayude a convivir con la pluralidad' y muchos reivindicaron el jueves manos libres para dar alas a la clonación terapéutica y a la medicina regenerativa, presuponiendo unos límites éticos producto de la 'autorregulación' y también del consenso social. Pero ocurre que el debate se limita por ahora al activismo desplegado por los discípulos de cierto candidato a santo, mientras se escurren unos políticos cuyo respaldo a la ciencia apenas sobrepasa la foto de inauguración y clausura.

Y existe en torno a esta cuestión un interesante 'detalle' que no suele verse, por la misma razón por la que sólo una mujer había sido invitada a hablar desde la mesa: es el clamoroso olvido de las personas sobre las que se experimenta con métodos tan agresivos como los aplicados en reproducción asistida. Como bien destaca la profesora Ana Sánchez, esa legión de hembras fértiles imprescindibles para la producción de un bien escaso, el óvulo, no parecen tener voz, y el discurso que hace años se elabora desde el feminismo no encuentra cauce, ni eco ni audiencia. Es como si las células madre no tuvieran madre. Pero en la necesaria búsqueda de remedios se debería consultar a las mujeres del siglo XXI si aceptan que el destino de parte de ellas (mayormente las pobres, previo pago) sea el de constituir un sumiso yacimiento de blastocitos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de enero de 2002