Hace seis años que resido en Pozuelo de Alarcón, cuyos parques,jardines y calles paseo siempre ojo avizor para que mis zapatos no vuelvan a casa reforzados con una suela extra de excrementos de perro (generosamente sembrados por todas partes).
Esta mañana casi me da algo: veo que una señora se inclina y recoge de la acera, en una bolsa de plástico, las deyecciones de su mascota. ¿Sufriré alteraciones en la percepción? ¿Estaré ante una extraterrestre procedente de una galaxia más evolucionada que la nuestra?
Abro bien los ojos, me convenzo de que mis sentidos no me engañan; me dirijo a la mujer para transmitirle mi sorpresa y mi agradecimiento como ciudadano. 'Could you, please, speak English', me responde.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de enero de 2002