Cuando, para despedir a un profesor, un juez hace prevalecer sobre el derecho fundamental a la libertad de opinión, garantizada por la Constitución, el acuerdo pactado con el Vaticano, ¿qué idea demuestra tener de la justicia? Cuando un Gobierno exime de la obligación de la transparencia contable exigida a todas las organizaciones que reciben subvenciones estatales a aquellas asociaciones que son propiedad de la Iglesia católica, ¿qué noción tiene de la democracia? Cuando una organización se aprovecha de su poder para saltarse los controles de equidad y democracia, ¿cómo puede tener el valor de presentarse a sí misma como ejemplo de ética y de respeto -incluso amor- al prójimo? La fe estará más allá del raciocinio, pero quienes creen en cosas contra la razón demuestran tener una tan infundada como peligrosa -para todos- credulidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de enero de 2002