Es completamente irracional la tecnofobia que está despertando la proliferación de antenas de telefonía en nuestro entorno cercano. Máxime cuando existen poderosas razones para estar tranquilos. Reflexionemos:
Un número importante de estas instalaciones son ilegales al carecer de las correspondientes licencias municipales.
No existe ningún control oficial e independiente respecto a sus emisiones; el Servicio de Protección Ambiental del Ayuntamiento de mi ciudad no posee ningún medidor de CEM.
Se hace un decreto, seis años tarde, para protegernos de algo ¿inofensivo?
Las operadoras reconocen que con las prisas por dar la mejor cobertura quizá no se eligieron los mejores emplazamientos posibles.
El director de despliegue de la red de una operadora dice que sus antenas están camufladas para evitar la alarma social. Ojos que no ven...
Uno de los autores de la recomendación de la Union Europea en que se basa el decreto que regula las CEM dice: 'Lo que se debe decir es que se minimice el riesgo de que se superen los niveles'. Luego se pueden superar. En estos seis años, en que no había ningún límite fijado, seguro que las operadoras han velado por nuestra salud.
Siempre se habla de las emisiones de una sola antena, nunca de la densidad de emisiones debido a la aglomeración de varias en un mismo emplazamiento.
Si hay dos posibles ubicaciones, una cerca de un lugar sensible y otra más alejada, se recomienda que se escoja la segunda. No se consideran lugares sensibles las viviendas de las plantas superiores de bloques residenciales, que están a escasos metros de las antenas, aunque en ellas habiten niños pequeños.
En la prensa aparece a diario algún miembro del comité de expertos para tranquilizarnos. Su único argumento es que todavía no se ha demostrado nada (en el informe técnico se omite cualquier estudio que recomiende el principio de precaución). Incluso se publican ilustraciones didácticas ideales donde las ondas sólo afectarían a algún pájaro despistado.
Hoy, al volver la página encuentro una noticia sobre la crisis de las vacas locas. Asegura que un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente dice que Londres subordinó la protección de la salud a intereses ganaderos y que Bruselas permitió durante años la entrada de carne británica y el consumo de harinas cárnicas por los rumiantes.
Podría seguir, pero si esto no es para estar tranquilos...
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de enero de 2002