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AJEDREZ

Kaspárov llama a la rebelión contra la FIDE

"Si nadie juega los torneos [de la FIDE], surgirá la gran crisis". Es la última idea de Gari Kaspárov para incitar a la rebelión contra la Federación Internacional, a cuyo presidente, su compatriota Kirsán Iliumyínov, acusa de "romper las tradiciones del ajedrez". El número uno, que cumplirá 39 años en abril, propone la formación de un sindicato fuerte de jugadores.

En un artículo publicado en las páginas del club de Internet que lleva su nombre, Kaspárov contesta a otro de su compatriota Alexánder Jálifman, campeón de la FIDE en 1999, en el que éste se manifestaba en contra del nuevo ritmo de juego, mucho más rápido que el anterior. En su deseo de analizar el fondo de la situación del ajedrez, Kaspárov despacha ese tema de manera muy contundente: "Todos los argumentos a favor del nuevo control son ridículos", sin mayores explicaciones.

El debate sería mucho más rico si Kaspárov contestase detalladamente a quienes defienden la aceleración del juego, como el búlgaro Véselin Topálov o la húngara Judit Polgar, cuyos argumentos pueden resumirse así: muy pocos aficionados disponen de siete horas seguidas para seguir partidas en directo, aunque sea por Internet; con el ritmo antiguo, muchos jugadores invierten buena parte de su tiempo en pasear por el escenario y observar las otras partidas, sin concentrarse en la suya; una minuciosa preparación casera en aperturas y finales permite ahorrar mucho tiempo; el nuevo ritmo, con el que las partidas casi nunca duran más de cuatro horas, hace que el ajedrez sea más propicio para los medios de comunicación y facilita la organización de actividades paralelas.

Kaspárov subraya la contradicción entre apoyar al magnate Iliumyínov, cuyos contactos y fortuna personal son la principal fuente de ingresos de la FIDE, y protestar por la aceleración del juego: "Si el dinero es suyo, jugaréis como él quiera. Si os pide que juguéis en el bar del hipódromo, jugaréis en el bar del hipódromo. La única forma de protestar es ignorar los torneos de Iliumyínov".

Tras situarse como víctima -"Mucha gente me culpa desde hace años de todos los problemas del ajedrez"-, Kaspárov matiza: "Soy el único que admite sus errores y acepta responsabilidades. Pero si todos o la mayor parte de los jugadores hubieran actuado juntos, la situación sería ahora muy distinta". El número uno, quien provocó el cisma contra la FIDE en 1993 junto al británico Nigel Short, recuerda los éxitos de la Asociación de Grandes Maestros (GMA) entre 1986 y 1989, hasta su extinción por divergencias internas.

"El ajedrez es el deporte más intelectual, pero los jugadores son incapaces de mantenerse firmes [para luchar] por sus derechos y proteger el entorno profesional (…). Todo el mundo quiere ganar dinero y protestar al mismo tiempo", añade. E insiste: "Durante los últimos diez años he intentado cambiar la situación muchas veces (…). Diréis que todos mis intentos han fracasado. Estoy de acuerdo. Pero ¿qué otra cosa se podía esperar si nunca tuve apoyo?".

Kaspárov concluye: "Soy bastante pesimista. Creo que sólo unos pocos jugadores están dispuestos a no participar en los torneos de la FIDE para salvar el ajedrez clásico. Quien tenga una mínima honradez intelectual debe admitir que la élite del ajedrez no ha actuado profesionalmente durante los últimos diez años. La actual dictadura de Iliumyínov es el resultado de las políticas destructivas de muchos jugadores".

El número uno no menciona algo evidente: buena parte de los problemas de la FIDE para encontrar patrocinadores se deben a que él y su compatriota Vladímir Krámnik, campeón oficioso tras destronar a Kaspárov en octubre de 2000, se niegan a jugar torneos de la FIDE. Y no explica por qué van a surgir patrocinadores del ajedrez tradicional si lo que se les ofrece a cambio es, por ejemplo, lo ocurrido en el reciente duelo Kaspárov-Krámnik de Moscú: de cuatro partidas lentas, tres fueron empates rápidos de muy escaso interés.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de enero de 2002