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Reportaje:

"¿Qué me pasaría si matase a mi marido en defensa propia?"

La parricida de Murcia acudió a la Guardia Civil la noche del crimen

Paquita González tramaba algo. Horas antes del asesinato de los pequeños, la mujer se dirigió a la comandancia de la Guardia Civil de Santomera, su pueblo natal, e hizo una pregunta al agente de guardia: "¿Qué me pasaría si yo matase a mi marido en defensa propia?". Aquella misma noche, volvió a incidir, como ya había hecho en otras ocasiones, en que su esposo, José Ruiz, la maltrataba e incluso sugirió que necesitaba vigilancia. Pero cuando los agentes la invitaron a formalizar la denuncia, ella se negó y pidió que la llevaran a casa. "Hace ya días que la veíamos sola por las calles, en los bares. Dejaba a los chiquillos a cargo del hermano mayor", comentaron ayer fuentes cercanas a la investigación. Esa versión coincide con las declaraciones de los amigos del hijo mayor del matrimonio, J. C., de 13 años: "Siempre sacaba a sus hermanos de paseo. Al chiquitillo siempre lo llevaba colgado del brazo".

Los problemas de la pareja, siempre según fuentes de la investigación, se remontan años atrás. Paquita se fue a vivir con el que hoy es su marido, José Ruiz González, a Molina de Segura, el pueblo natal de José, pero éste la dejó y vivieron separados durante unos años. De esa primera convivencia nació el hijo mayor. Cuando se reconciliaron tuvieron al segundo: Fran.

Entonces, organizaron una sonada ceremonia en la iglesia de Santomera: de una sola vez, se casaron, bautizaron a Fran y celebraron la comunión del mayor. Los archivos de un periódico regional guardan la foto de aquella celebración múltiple.

Han pasado seis años desde entonces y las cosas han cambiado. Fuentes próximas a la investigación aseguran que una llamada de teléfono de José, su marido, fue el detonante de la tragedia: "Cada día estás más loca, en cuanto llegue te dejo".

Un segundo abandono

Paquita no podía soportar un segundo abandono, según la versión de los investigadores, y haría cualquier cosa por evitar que su marido volviese a dejarla, y ahora con tres hijos, dos de ellos aún pequeños, de cuatro y seis años. Y empezó a maquinar. "Primero pensó en matar al marido y por eso se personó en la comandancia haciendo esa, cuanto menos, extraña pregunta", recuerda una fuente de la investigación.

Pero Paquita fue mucho más lejos y, como en el mito de Medea, no pudo soportar la idea de ser repudiada por su marido, después de haberle hecho de secretaria, de llevarle las cuentas y apoyarle hasta que consiguió tener un camión propio. Así que, tal y como cuenta la tragedia de Eurípides, torturada por los celos mata a los hijos, lo más importante que tiene de él.

El sábado, sobre las siete de la mañana, Paquita hace una llamada a los servicios de urgencia: "¡Los niños no respiran, los niños no respiran!". Inmediatamente un coche patrulla de la Guardia Civil se dirigió al lugar de los hechos. Previamente habían llamado a una UVI móvil y a otros servicios sanitarios. Cuando llegaron los agentes y los servicios de salud la puerta de la casa estaba abierta. Un familiar había llegado antes y el hijo mayor se encontraba en la planta baja del chalé.

Pero la clave la dio ella misma. Con sus dos hijos muertos y semidesnudos sobre la cama de matrimonio, Paquita empezó a enseñarle una a una a los agentes y a los allí presentes las pruebas de que había sufrido un robo. "Mire, éste es el spray, éste es el cuchillo con el que me amenazó, aquí está la ventana rota. El ladrón llevaba guantes finos", recuerdan fuentes cercanas a la investigación que decía mientras una enfermera confirmaba la muerte de los dos pequeños. Algo que es completamente inusual.

Las declaraciones posteriores fueron aún más confusas. Cuando fue interrogada por los arañazos que tenía en la cara, la mujer llegó a decir que el ladrón había cogido la mano de uno de sus hijos y le había arañado la cara con ella. Los restos de piel hallados en las uñas de uno de los niños fueron enviado por el Instituto Anatómico Forense de Murcia al de Madrid.

"Sabía muy bien lo que decía, pero está claro que no es ninguna experta. Además, en la casa no había ningún indicio de robo. La casa estaba desordenada por abandono, no revuelta como cuando alguien entra a robar. Ella tenía un plan. Burdo, pero un plan", comentan fuentes próximas a la investigación.

La Guardia Civil empezó a sospechar que todas las respuestas estaban en ella. Los agentes se preguntaban por qué un ladrón iba a matar a los más indefensos de la casa y no atacar a la mujer ni al hijo mayor.

Paquita incluso llegó a despertar al adolescente para decirle que había oído ruidos en la planta de abajo. Eso se producía justamente sobre las dos y media de la madrugada, también cuando un vecino aseguró que había escuchado gritos y sonidos metálicos. Y aproximadamente a la misma hora que el informe del forense sitúa la hora del fallecimiento de los dos niños: cinco horas antes de que Paquita denunciase las muertes.

Según fuentes cercanas a la investigación, la madre no se enfrentó con el hijo mayor porque sabía que no podía con él. Así que trató de engañarlo. Pero las mismas fuentes aseguran que no lo consiguió y que, prueba de ello, es que el adolescente no volvió a estar con ella en ningún momento, ni siquiera durante el funeral.

Lo siguiente es más conocido. El padre llegó con la ayuda de la Guardia Civil desde Francia, donde se encontraba haciendo un porte de mercancías. Pero fuentes próximas a la investigación aseguran que no conoció la supuesta implicación de su esposa en los asesinatos hasta que Paquita fue detenida después del entierro de los dos pequeños en la tarde del domingo.

Aunque resulte inconcebible que una madre mate a sus hijos para vengarse de su marido ése es el único móvil que se baraja. Incluso desde el primer día. "Era todo muy obvio, aunque increíble. Pero había que ir con cuidado. El último caso con niños muertos era el de la niña de Utrera [Sevilla] y nadie quería meter la pata", explican en relación a la pequeña fallecida en la piscina de su casa y que en principio la policía vinculó con violaciones y abusos a la menor, por lo que detuvo a su madre.

Ayer, en Santomera todos se preguntaban por qué no se mató Paquita si tanto sufría. Pero tampoco Medea se despeñó en el barranco después de arrojar a sus hijos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de enero de 2002