Los cuatro conciertos de la Orquesta de Amsterdam, con su titular Riccardo Chailly, constituyen el núcleo central del XVIII Festival de Canarias. No en vano la gran formación holandesa es, desde su fundación en 1888, uno de los buques insignias del sinfonismo europeo. Chailly, que, sin entregarse con exceso a ningún especialismo es un reconocido intérprete de Gustav Mahler, esta vez ha ofrecido su versión del Adagio y el Purgatorio de la décima sinfonía, más ocho lieder de la colección El muchacho del cuerno mágico.
Cantaron la contralto de Francfort Petra Lang y el barítono finlandés Juha Uusitalo, cantantes como medios vocales poseen no pocas bellezas enaltecidas por un estilo expresivo en el que se evidencia la perfecta ecuación palabra-orquesta característica de Mahler.
Ahora bien, hay que anotar que, por razones que se me escapan, se escuchó mal a los solistas en el Auditorio Kraus. Por supuesto que el maestro Chailly, avezado en todos los géneros, no abusó de excesivas potencias, pero no es menos cierto que las voces quedaron distanciadas y sin la deseable presencia.
Riccardo Chailly interpreta a Mahler desde una virtud principal: la sobria claridad, lo que en el caso del Adagio de la sinfonía inacabada supone el mejor servicio a unos pentagramas despojados de aparato externo que se desarrollan a través de un discurso íntimo y narrativo.
El éxito fue claro y decidido, aunque esta vez la sala Kraus no registró el lleno quizá, como alguien me apunta, porque el precio de las localidades resultaba un tanto elevado para muchos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de enero de 2002