A falta de prácticamente dos años para las elecciones al Parlament de Cataluña, asistimos, con profunda indignación, a una campaña continua de promoción de la figura de Mas.
Mas firmó un contrato millonario con una empresa de consultoría que intenta, con poco éxito, mejorar su imagen. Y desde hace tiempo se están produciendo constantes campañas de imagen que ponen de manifiesto cuál es el centro de preocupación del futuro candidato a la presidencia de la Generalitat.
Como ciudadana catalana, me siento profundamente estafada y menospreciada porque, aun no siendo votante de CDC ni de UDC, considero que los electores merecemos un Gobierno que gobierne con coherencia y respeto a sus ciudadanos. Pero la realidad es bien diferente y asistimos al patético espectáculo de un Gobierno que, ante el temor a perder el poder, no deja de hacer el ridículo y, lo más grave, de perder oportunidades para Cataluña. ¿Dónde queda la férrea defensa de los intereses dels catalans? Nacionalismo de boquilla y pura palabrería. A ver cuándo superamos el estéril y manipulado debate nacionalista y nos centramos en lo que preocupa al país y a los catalanes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de enero de 2002