Qué lástima me ha producido la pérdida del señor Adolfo Marsillach. Un señor tan elegante, amante de la cultura, enamorado del teatro y tan digno en su manera de pensar y comportarse.
No llego a comprender por qué nadie cercano al Gobierno ha estado en el velatorio o funeral para expresar su condolencia.
Soy de la opinión de que una persona de tal importancia para la cultura y la democracia de este país es digna de deferencia por parte de todos, incluidos representantes políticos de una u otra convicción.
Un intelectual se dice de la persona que con un buen cúmulo de conocimientos trata de convencer. En el caso de Adolfo Marsillach se lograba. Tenía esa generosidad propia del artista que es impagable.
Lástima que los políticos gobernantes actuales no se hayan dejado convencer.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de enero de 2002