Los misiles comenzaron a llover anoche sobre Lagos, mientras bolas de fuego atravesaban el cielo de la ciudad más grande de Nigeria y de África negra, sembrando el pánico entre sus 10 millones de habitantes, a causa de la explosión de un polvorín del Ejército.
"Tengo que irme. Tengo que salir de aquí", gritaba Francis Obi, un contable que vivía frente a la instalación militar, en el barrio de Ikeja, mientras a su alrededor se formaba una marea humana que trataba de escapar a la desesperada. "Es el pánico total", dijo Chima Kalu, un informático atrapado por la multitud. "Todo está en llamas", afirmaba.
Poco antes de la caída de la noche, Lagos se vio sacudida por una serie de explosiones de enorme potencia, provocadas por el incendio del polvorín, que ha provocado un indeterminado número de muertos y que ha provocado incendios en varios barrios de la capital.
El fuego comenzó en una calle comercial cercana al cuartel, pero se extendió rápidamente al polvorín provocando intensas explosiones que pudieron escucharse en gran parte de la ciudad.
Las explosiones, que se prolongaron durante dos horas, hicieron templar numerosos edificios de la capital económica del gigante africano. Un portavoz del Ejército indicó que proyectiles de gran calibre salieron despedidos hacia varios puntos de la ciudad. "No sabíamos lo que estaba pasando", relató Akin Akinbote, un abogado. "Muchos pensamos que se trataba de un ataque o de un golpe de Estado", agregó.
El gobernador de Lagos, Bola Tinubu, tuvo que hacer una intervención en televisión para tranquilizar a la población y explicar las explosiones eran producto de "un accidente, no de un golpe militar".
Un portavoz de la policía aseguró que anoche no disponían todavía de un balance de muertos, pero dijo que sería sin duda "muy elevado" porque el cuartel se encontraba pegado a zonas residenciales.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de enero de 2002