Pocas horas antes de asumir ayer la presidencia de Honduras, Ricardo Maduro, el Gobierno saliente del liberal Carlos Flores restableció las relaciones diplomáticas con Cuba, rotas desde los años de la guerra fría con la URSS, concretamente desde 1961, a instancias de la Organización de Estados Americanos (OEA), controlada por Washington. La cancillería hondureña justificó la decisión invocando las palabras de Juan Pablo II en la isla en 1998: 'Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba'.
EE UU, que cuenta con una Oficina de Intereses en La Habana, y El Salvador, activamente anticastrista, son las únicas naciones americanas que no mantienen vínculos diplomáticos con la revolución, sometida a aislamiento desde que declarara su carácter marxista y asistiera logísticamente a las guerrillas de América Latina. En un escueto comunicado, Tegucigalpa apuesta por que las dos naciones 'continuarán su evolución progresiva hacia la consolidación de mejores estadios de libertad cívica y política'. Los sectores contrarios a la normalización subrayan que la revolución continúa siendo una dictadura.
Honduras rompió relaciones poco después de que en abril de 1961 la mayor de las Antillas fuera expulsada de la OEA por indicación de EE UU, que en aquellas fechas sostenía una peligrosa pugna por la hegemonía mundial con Moscú, y sentía que los soviéticos habían conseguido establecer una cabeza de playa a 140 kilómetros de sus costas con la ayuda de Castro. Todos los países latinoamericanos, con la excepción de México, que se abstuvo, votaron a favor de la expulsión de Cuba de la OEA.
Dos acontecimientos demostraron la virulencia de la época: la frustrada invasión de Bahía de Cochinos, promovida por la CIA, y la instalación de misiles soviéticos en la isla, con el consiguiente ultimátum de Kennedy, que desencadenó una crisis que puso al mundo al borde de una guerra nuclear.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de enero de 2002