Soy malagueño de nacimiento aunque por causas de mi trabajo viva fuera, me duele mi ciudad cuando leo artículos como el de EL PAÍS, 13 de enero, en el que se hace referencia a la situación de los fondos del Museo de Bellas Artes y, aun no siendo un defensor de la idea de llevar dicho museo al Palacio de la Aduana, no dejo de estar de acuerdo de que es mejor esta ubicación que la del convento de la Trinidad, por motivos cuya obviedad desarmarán al más espabilao, como se dice por aquí. El Palacio de la Aduana es un edificio emblemático fácilmente reconocible por su planta cuadrada de edificio renacentista que se encuentra a medio camino entre el puerto de la ciudad, puerta de entrada del turismo de grandes cruceros, que el gobierno de la ciudad alienta sin descanso, y las zonas visitables.
Sin embargo, si colocásemos dicho Museo en el cuartel de la Trinidad, nos encontraríamos con un punto desligado del casco histórico y al que tardaríamos 20 minutos en taxi y más de media hora andando desde el centro. No sé si alguien habrá pensado que existen edificios de distintas administraciones en el centro y que servirían muy bien al uso de la Subdelegación del Gobierno, como, el edificio antiguo del Gobierno Militar, que posee cuatro plantas, aparcamiento y zona de seguridad y que en la actualidad tiene un uso más bien simbólico.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 31 de enero de 2002