Para acceder a mi 'trabajo' se presenta mucha gente y dicen que sólo escogen a los mejores, tanto por currículo como por aptitudes personales. Es difícil sobrevivir en mi 'mundo', porque, aunque somos pocos, muchos menos son los puestos de trabajo a los que se puede acceder después de una adecuada formación. Cada vez que cosechamos un éxito, es escuchado por una amplia comunidad, e incluso aplaudido internacionalmente.
Pero mientras trabajo, cobro muy poco, y mi trabajo no se considera trabajo, porque muchos de nuestros gobernantes creen que, si me gusta mi trabajo, ¿por qué cobrar por él? No sólo no tengo visitas médicas programadas, sino que se me niega el derecho a cotizar a la Seguridad Social. Y cuando me echen fuera, porque sólo aguantan los mejores, no sólo no me regalarán un coche, sino que no tendré derecho a paro ni experiencia profesional reconocida. Y como no existe regulación alguna en nuestro país, no puedo aferrarme a ninguna ley, justa o injusta.
Después de un tiempo insistiendo, el Gobierno ha decidido preparar un real decreto para los becarios de investigación (¡eso soy yo!): definitivamente quedará por escrito que 'no somos considerados trabajadores' y quedaremos incluidos en la Seguridad Social para algunas prestaciones, pero sin duda excluidos de las más importantes para cualquier trabajador: el paro y la cotización para la jubilación.
Decididamente, y ya que no canto tan mal, voy a presentarme a Operación Triunfo en vez de investigar en química. Total, '¿a quién le importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga? laralalá...'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 31 de enero de 2002