Las asambleas barriales que han surgido al calor de la crisis que está viviendo mi país son algo inédito y una bocanada de aire fresco y esperanza. Se vive un clima de fin de época, ya que no se vislumbra una salida desde las estructuras políticas tradicionales. La gente no quiere a ningún funcionario de los conocidos, tiene bronca con los banqueros, contra la polícia y los militares. Abomina de todo lo que significa poder y desarrolla formas nuevas de hacerse oír. Es responsabilidad de los argentinos que este embrión de participación ciudadana se dirija, en paz e inteligentemente, a parir una sociedad mejor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 31 de enero de 2002