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VISTO / OÍDO

El Papa y el sexo

El mejor matrimonio es ninguno. El acuerdo entre dos (¿o más?) personas para unirse en la felicidad sexual (dentro de lo posible), engendrar o no, separarse y emparejarse de nuevo es algo personal. Una doctrina conocida, pero nunca puesta en práctica salvo en círculos bohemios, y esa pasión ha dado grandes figuras al arte: muchos han abandonado la burguesía paterna y se han dedicado a la pintura o el teatro, o a la vida libre. Pero ha habido siempre leyes persecutorias; en el otro sentido, estimulantes. Este presidente de Gobierno pretende no se qué ventajas para la familia, porque es el sistema reproductivo y social que pertenece a su religión personal; y este Papa viejecito y tembloroso exhorta a jueces y abogados a que no perpetren divorcios (el mejor Papa, también, es ninguno). Es su trabajo artesano: ninguna religión es ajena a la administración de las poblaciones, implicada con el gobierno general de abundancia de mano de obra y del ejército con numerosos soldados. Mezclar la abominación del sexo es una argucia notable: es la mayor atracción del mundo, pero sólo se puede practicar con la magia oficial y la burocracia. Pero las cosas han cambiado: y sólo hacen falta soldados enemigos para que nuestras máquinas los maten y los guardias les torturen; el trabajo manual es innecesario, y si un país necesita trabajadores baratos para que paguen nuestro retiro, los importa. Y hasta se sienten felices de que les dejen desarrollar ese trabajo de beneficencia, a la sombra del tricornio y el alguacil, y con la vigilancia de los mozos del pueblo y sus bestias garrotas. El mago que nos gobierna a través del OPS y desde éste al Gobierno, y con el espantajo del demonio por una parte y por otro del prestigio social, el 'Papa-Re', como le llaman los periódicos italianos, hace lo que le enseñaron las tatas polacas cuando era niño y sus catequistas: lo acentúa. Los obispos españoles le secundan inmediatamente. Pero, ¿qué van a hacer los jueces? Divorciar o dimitir: quizá poner toda clase de dificultades y tiempo, creyendo que así irán al cielo casto, donde no sé si hay alguno de su oficio. Y novios y novias le justifican: '¡Es por mamá, la pobre!'. Por cierto: hay estadísticas asombrosas que dicen que hay mucha gente que se divorcia casi inmediatamente después de casarse: más aún que se casan para poderse divorciar con arreglo a sus regímenes económicos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 31 de enero de 2002