La familia de Hamed Abderramán, el presunto miembro de Al Qaeda encarcelado en la base estadounindense de Guantánamo, desconoce su paradero desde hace cuatro meses. La última persona con quien habló fue su madre, Sodia Kalon, a la que telefoneó desde un lugar indeterminado para explicarle que marchaba a Madrid y luego a Londres, donde buscaría empleo como camarero. Ésa fue la última vez que supieron de él.
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"Le creíamos en Londres", dijo ayer entre lágrimas su hermana mayor, Sodia, quien reconoció, que a la familia le "extrañaba y preocupaba" que Hamed, su hermano de 27 años, el séptimo de nueve hermanos, no llamara a casa. "Mi madre estaba nerviosa, pero pensábamos que seguía trabajando fuera". añadió Sodia, quien compareció ante la prensa con su marido, Jafar. Fueron los únicos familiares de Abderramán que hablaron cara a cara con los periodistas. Sus ancianos padres, Hamed y Sodia, les esperaban en casa, sin abrir la puerta y sin descolgar el teléfono.
"Estamos desconsolados y sorprendidos. No podemos pensar en nada más. No sabemos todavía si es Hamed el que está preso, pero lo estamos pasando fatal", explicaba. De momento, las autoridades no han confirmado oficialmente que se trate de este vecino de la barriada de Príncipe Alfonso, una zona marginal y populosa habitada por 12.000 ceutíes, todos de religión musulmana.
No obstante, su cuñado recordó ayer que a principios de semana, agentes de la Policía se personaron en el domicilio familiar, en el número 189 de la Agrupación Fuerte, para solicitar el pasaporte de Hamed y comunicarle a la familia que podría estar prisionero en la base estadounidense en Cuba, en la que están recluidos en los combatientes talibanes y de Al Qaeda capturados en Afganistán. "No sabemos nada más", afirma Sodia, que ha solicitado a la Delegación del Gobierno que les ayude "para que vuelva con nosotros, porque Hamed es una buena persona y muy noble".
Los que sí han hablado han sido vecinos de la familia Abderramán, humilde y muy numerosa. Para el presidente de la barriada y amigo del padre, Laarbi Mohamed, Hamed era un joven "normal y corriente", y que incluso estaba apuntado en una lista de demandantes de empleo redactada por la asociación de vecinos. Hasta había aspirado a ingresar en un cuerpo auxiliar a la Policía Local. "Nunca ha sido un chico conflictivo, sino todo lo contrario, muy pacífico y tranquilo que sólo quería trabajar. Se presentaba a todo lo que salía. Quería buscarse la vida y por eso tuvo que emigrar". Toda la barriada ha mostrado su solidaridad con los familiares, "porque sabemos qué tipo de chico es", explica el presidente de la asociación vecinal.
Laarbi Mohamed se mostró muy sorprendido al conocer que su vecino podría estar detenido por haber combatido del lado talibán en Afganistán, aunque reconoce que se trataba de un estudioso del Corán, un musulmán practicante. "Hacía varios meses que no le veía, pero era una persona que viajaba mucho, era muy religioso y se dedicaba a predicar el Corán", añadió. De hecho, la familia de Hamed Abderramán vive enfrente de una de las 25 mezquitas y locales de culto que en Ceuta atienden a una población musulmana compuesta por unas 30.000 personas, un 30% aproximadamente de los ceutíes.
Desde hace más de un año, la Delegación del Gobierno mantiene un estricto seguimiento de las actividades que se desarrollan en las mezquitas, escuelas coránicas y en las asociaciones religiosas, sobre todo desde que en una manifestación a favor de la causa palestina, convocada por entidades musulmanas en octubre de 2000, se quemaran banderas de Israel y se intentara atacar la sinagoga.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de febrero de 2002