Creo que ha sido el propio Aznar el que, en el congreso del PP, ha definido el patriotismo constitucional como 'el orgullo de ser español'. Pues bien, 'patriotismo constitucional' y 'orgullo de ser español' son en sí mismos términos contradictorios, antitéticos y excluyentes. El orgullo de ser español es un hecho que nada tiene que ver con el concepto de patriotismo constitucional y que se puede producir -como de hecho se ha producido en gran parte de los progenitores de nuestros actuales gobernantes- en situaciones políticas completamente antagónicas a los valores que propugna la noción de patriotismo constitucional. Esta expresión implica una subordinación del hecho eminentemente sentimental que supone el patriotismo a unos valores cívicos y políticos recogidos en ese ámbito de encuentro y discrepancia que es una Constitución y resulta, por tanto, independiente del hecho, finalmente irrelevante, de ser español, francés o filipino. Con ello se demuestran tres cosas: primero, que el destino de toda idea filosófica (en este caso la propuesta de Habermas) es quedar reducida a mero dogma ideológico cuando cae en manos de demagogos. Segundo, que la propia solvencia filosófica de la idea queda así desvirtuada por el uso espurio y esperpéntico que de ella se hace. Y, tercero, que lo que el PP quiere vender como una moderna alternativa a los nacionalismos periféricos no es sino una refundación maquillada del rancio nacionalismo de la derecha sempiterna.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 3 de febrero de 2002