Una de las muchas cosas que tiene claras Óscar Freire es que Erik Zabel, el alemán que gana todo tipo de carreras todo el año, será el rival esta temporada, el hombre con el que tendrá que jugarse los puntos en la Copa del Mundo. Por eso es importante cualquier detalle de la relación que va a marcar toda la temporada. Y para detalle lo que pasó ayer en Mallorca, donde Freire, recién salido de una gripe, logró la primera victoria del año, el estreno de su segundo maillot arcoiris de campeón del mundo.
En las carreras de Mallorca, las primeras del año en el continente, aparentemente nadie se juega nada. Salvo el orgullo, claro. Un matiz muy importante en el delicado mundo de los sprinters. El domingo ya fue duro para Zabel, incapaz de remontar al pistard catalán Isaac Gálvez. Duro, pero explicable: la primera carrera fue corta, de menos de 100 kilómetros, y en circuito, un territorio en el que se difuminan las diferencias y la calidad en el momento clave. Lo de ayer fue diferente. La prueba fue más larga, y también tuvo tramos complicados. Tuvo repechos. Como uno cerca del final en el que a Zabel, que normalmente pasa por esos terrenos como una apisonadora, se le oyó jadear más alto. Zabel incluso perdió contacto con los primeros del grupo. Se abrió y tuvo que esperar a que llegara desde atrás su compañero Aldag para enlazar. Un detalle.
A Freire se lo contaron sus compañeros de equipo, y el cántabro, que sólo esperaba un último empujón para decidirse, puso en marcha la estrategia ganadora. Confió a Steels el trabajo de último lanzador (invirtiendo el papel de la víspera) y el belga que aspira ganar en su país el Mundial le llevó a su rueda hasta los últimos metros. Detrás de ellos, Zabel, esperando el momento de remontar. Sólo remontó Freire, quien con facilidad superó a Steels. Éste levantó el pie y los brazos, y ni aun así Zabel le pudo superar.
Después Zabel, como acostumbra, volvió a subirse a la bici y se fue pedaleando al hotel, a casi 100 kilómetros de distancia. El stajanovismo es la esencia de Zabel, incapaz de tomarse vacaciones, incapaz de dejar de pedalear en todo el año. Freire, que asombra al mundo por lo contrario, por su extraordinaria capacidad de asimilar los entrenamientos cortos e intensos, descansó, esperando la próxima cita, el siguiente enfrentamiento con el rival, saboreando la primera victoria.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 5 de febrero de 2002