Cinco militantes del Frente Democrático de Liberación de Palestina murieron ayer en Gaza, al parecer en una nueva operación de guerra sucia del Ejército israelí, aunque el Ministerio de Defensa negó cualquier relación con lo ocurrido. Mientras, la situación en la zona cuenta con dos datos nuevos: la reunión del primer ministro israelí, Ariel Sharon, con líderes palestinos, y las últimas declaraciones de Yasir Arafat.
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Sharon recibió secretamente en su domicilio de Jerusalén el pasado miércoles al presidente del Parlamento de Palestina, Abu Alá, al número dos de la Organización para la Liberación de Palestina, Mahmud Abbas y a Mohamed Rachid, consejero económico de Arafat. En el encuentro, Sharon pidió la detención de terroristas, el desarme de grupos violentos y la destrucción de armas ilegales. Los palestinos exigieron la interrupción de los asesinatos selectivos, el fin de los bloqueos en Cisjordania y Gaza, el cese de las incursiones militares y la libertad de movimientos de Arafat, encerrado en Ramala desde diciembre.
El encuentro fue previo a la publicación en The New York Times de un artículo de Arafat en el que desautoriza los ataques contra civiles israelíes por parte de los grupos palestinos, se declara dispuesto a reanudar el diálogo con el Gobierno de Sharon y asume por primera vez que no todos los refugiados palestinos -unos cuatro millones- tienen el derecho al retorno, una reivindicación básica que, entre otras, fue la causa del naufragio de las conversaciones de paz en Camp David en el verano de 2000. Arafat dice que el regreso de los refugiados necesita una solución "justa", pero que debe llevarse a cabo teniendo en cuenta "las preocupaciones demográficas" de Israel.
En Gaza, cinco militantes del Frente Democrático de Liberación de Palestina murieron ayer, al parecer por una nueva operación de guerra sucia del Ejército israelí. Los militantes murieron al estallar el vehículo en que viajaban, que, según los indicios, tenía una bomba que podría haber sido accionada desde un helicóptero que sobrevoló el coche en el momento de la explosión. El FDLP, uno de los grupos radicales establecidos en Damasco, acusó directamente al Ejército israelí, mientras que un portavoz del Ministerio de Defensa aseguraba desde Jerusalén de no saber nada del incidente.
Mientras, en Israel crece el descontento popular. La carta de protesta que 52 oficiales de la reserva hicieron pública en oposición al conflicto ha sido secundada, hasta alcanzar la cifra total de 149 disidentes. Al tiempo, las organizaciones pacifistas israelíes se preparan para una gran manifestación el próximo sábado en Tel Aviv.
Mientras, el ministro de Exteriores, Simon Peres, acusó a Irán de enviar a miembros de su Guardia Revolucionaria a Líbano y de suministrar cientos de misiles a la guerrilla del Hezbolá, que combaten a Israel desde ese país. "Irán ha convirtido a Líbano en una bomba y ha puesto en peligro su futuro", afirmó Peres tras reunirse con el secretario general de la ONU, Kofi Annan.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 5 de febrero de 2002