"Habrá pasado informes", declaró con aire de conspirador Carreras el pasado miércoles. El espía al que se refería el lateral es Carlos García Cantarero, entonces técnico del filial del Atlético, y desde hoy, preparador del Levante.
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Cantarero viajó a Valencia el lunes por la noche sin permiso del Atlético. A la mañana siguiente, confiado a su anónima discreción, asistió al entrenamiento del Levante. Sin embargo, una televisión le filmó ataviado con un chándal, apoyado sobre un balón y observando con cara de atención a sus nuevos jugadores. Esa misma tarde pretendió entrenar al filial rojiblanco. Pero Jesús Gil y Futre le esperaban. Y estaban enfadados, muy enfadados. El técnico fue obligado a pedir disculpas: "Mi comportamiento ha sido inadecuado", reconoció el preparador ante el temor de que su cesión al Levante quedase abortada por su falta de previsión. Cantarero se sentó en el banquillo del Atlético B el pasado miércoles. Y perdió. Hoy ya es entrenador del Levante, pero la temporada próxima tendrá que regresar a Madrid (está cedido). Y el Atlético no está precisamente contento con su actitud.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 8 de febrero de 2002