El número 41 B de la Agrupación Fuerte, en el arrabal ceutí de Príncipe Felipe, era hasta ayer una vivienda de seguridad de las muchas que las redes de traficantes emplean en las barriadas marginales de la ciudad autónoma para esconder inmigrantes, la mayoría de las veces en condiciones infrahumanas, hasta que los embarcan hacia la Península.
La policía vigilaba desde hace un mes esta casa de planta baja, de aspecto humilde y con pocos lujos, como todas las que la rodean. A primera hora de ayer, los agentes irrumpieron en su interior para liberar de su particular cautiverio a 16 inmigrantes marroquíes -dos de ellos invidentes y otro con una pierna amputada-, a los que el propietario de la casa, Tuhami T. A.., de 63 años, tenía encerrados bajo candado y con cadenas en tres húmedas habitaciones de las que no les dejaba salir, sin apenas luz ni agua corriente, para evitar que escaparan si cambiaban de planes.
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Según los agentes que entraron en la vivienda, los inmigrantes permanecían encerrados en tres habitaciones amplias (cada una de ellas albergaba entre cinco y seis hombres), 'por lo que suponemos que estaban preparadas para acoger a más gente'. Dormían en el suelo, en colchones baratos de espuma y para acceder al cuatro de baño debían golpear la puerta. El único lujo era una cubeta con agua para lavarse y beber.
Por otra parte, unos 90 inmigrantes, la mayoría argelinos y paquistaníes, duerme en unas chabolas construidas por ellos mismos a las afueras del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta en espera de que la la Delegación del Gobierno autorice su ingreso en las instalaciones del Imserso, con capacidad para unas 450 plazas y que se encuentra al cien por cien de ocupación.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 8 de febrero de 2002