Como otros grandes virtuosos, el inmenso violonchelista Mstislav Rostropóvich simultanea su trabajo magistral de concierto con la dirección, un arte que sobre atractivo, incluso apasionante, encierra algo de vicio a juzgar por el continuo ceder a la tentación de su práctica.
Vino Mstislav Rostropóvich, una vez más, al ciclo de conciertos extraordinarios de las Juventudes Musicales Madrileñas, fundadas ahora hace medio siglo en la capital por un reducido grupo emprendedor, entre el cual contaba Fernando Ember, recientemente fallecido, y al que se dedica en el programa de mano un justo recuerdo.
El programa, enteramente dedicado a Chaikovski, centraba su interés en la actuación de una violonchelista siberiana, Tatiana Vassilieva (Novosibirsk, 1977), último premio del Concurso Rostropóvich de París (octubre, 2001). Desde sus 16 años, Tatiana Vassilieva acumula premios y triunfos, lo que se explica por todos sus valores, tanto los virtuosísticos como los de pensamiento y estilo.
Tener como colaborador en el podio a Mstislav Rostropóvich, una cima en la historia del violonchelo, representaba que las Variaciones sobre un tema rococó op. 33 iban a gozar de una interpretación tres veces maestra: por la solista, la batuta y la orquesta, que era la Sinfónica del Estado de la Federación Rusa, fundada en el año 1936.
Perfección
La perfección de cada uno de sus miembros, la afectiva expresividad de los arcos, la belleza de las maderas y la seguridad de los metales hacen del conjunto una pieza digna de la historia del sinfonismo europeo del Este. Con serena naturalidad en la exposición del tema y el dibujo y coloración de cada una de las variaciones, recibimos la obra toda como una dramaturgia perfecta y humanísima, a partir del sonido de Tatiana Vassilieva, de una afinación exactísima y de un mordente hondamente sugestivo. El triunfo fue total para todos y se prolongó para la joven intérprete en una propina de Juan Sebastián Bach.
Músicas tan familiares como Cascanueces y la Quinta sinfonía nos dijeron a través de la sustancial fidelidad de las versiones, algo o mucho del genio de Chaikovski, como creador de fantasías-gesto y color en estrecha fusión y unificador de una casi narración sinfónica tan potente, apasionada y directa como la denominada sinfonía prepatética. En el concierto hubo lleno absoluto y éxito total.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 9 de febrero de 2002