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Crítica:ROCK

Francotirador tatuado

Este veterano del punki americano -fue vocalista de la banda de L.A. Black Flag- aprovechó su última visita a España para presentar su último elepé, Nice, en el que este inconformista de cuerpo tatuado y figura atlética -muy atlética para estar rondando la cincuentena- sigue dando rienda suelta a su rabia antisistema, su discurso político inédito en un momento como éste, en el que nadie tolera discursos políticos, y su agresiva interpretación de temas que cortan como un diamante sin pulir. Arropado por una banda con la que lleva ya más de 200 conciertos, Rollins salió a actuar con sus pantaloncitos cortos habituales y exhibiendo su musculada espalda coronada por la frase search and destroy tatuada en sus hombros. La guitarra de Jim Wilson exhibía maneras de punk-heavy-hardcore-metal que tan deudor es de aquellos riffs guitarreros que hicieron legendarios a Black Sabbath. Mientras, la base rítmica entrelazaba bajo y batería tejiendo un ritmo de los que fuerzan al oyente a mover la nuca arriba y abajo, como en un san Vito incontrolable.

Rollins alternó temas viejos y canciones nuevas. De entre las primeras, algunas que le llevaron a ser conocido en todo el mundo debido a esa rabia impenitente y anti-sistema escupida a descargas de alto voltaje sonoro: Starve, Thinking cap o Get some go again. Entre los nuevos, pocas joyas, la verdad, si tenemos en cuenta que, al volumen y con la intensidad con la que este artista interpreta su repertorio, es difícil matizar o dar algo fuera de los dos niveles con los que encara la música: o fuerte, o muy fuerte. Además, dio la impresión de que sus rugidos han perdido fuerza y sus movimientos son más pausados y menos espasmódicos; debe ser difícil envejecer haciendo el tipo de música que Henry Rollins hace, pero es ley de vida: hasta los punkis más afectados por el síndorme Peter Pan terminan peinando canas.

El público, que llenó la sala en un aforo medio, se movió siempre entre el respeto hacia el ídolo -no faltaron los que gritaron todas las canciones mientras elevaban las manos haciendo el signo de los cuernos- y cierto hastío.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 9 de febrero de 2002