Abre las puertas de su presidencia todos los años a la gente del teatro, a la gente del cine, a pintores, escritores, escultores, poetas, arquitectos, bailarines, cantantes, directores de orquesta, intérpretes..., buenos, malos y regulares. Allí están todos. Al lado de un presidente que comparte con ellos ese gusto por la estética y por lo que de verdad sobrevivirá. Las grandes obras siempre lo hacen. Igual que los grandes hombres que nos dejan: Marsillach, Cela... Ruiz-Gallardón despidió a ambos.
No sé si en un futuro quedará o no hueco para él en ese Partido Popular al que pertenece, pero lo que sí sé es que ese mundo de intelectuales, del que tan cerca se siente y le sienten, siempre tendrá algo para él, aunque sólo sea gratitud y cariño. Seguro que le basta.
Gracias, presidente. También por lo del metro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 9 de febrero de 2002