Vandalismo: 'Espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, ni sagrada ni profana' (Diccionario de la Real Academia). No, no me estoy refiriendo a los jóvenes del botellón de fin de semana, sino al destrozo sistemático de Madrid llevado a cabo por nuestras muy éticas y estéticas autoridades municipales, uno de cuyos últimos ejemplos lo tenemos en la calle del General Castaños, porque ¿qué otro nombre que el de vandalismo puede aplicarse a lo que están haciendo en mi calle?
Se ha destrozado y eliminado el antiguo suelo de piedra natural, de gran belleza y en perfecto estado de conservación, sustituyéndolo por una burda y mala imitación de piedra artificial, eso sí, toda muy igualita, muy 'mona'. Es como si cambiaran tu mobiliario de maderas nobles y cuero por conglomerado, sintasol y skay, un verdadero timo de la estampita o cambiazo, que está haciendo de Madrid una ciudad cada vez más cutre y mezquina, también en aspectos urbanísticos.
Y a esta indignación por motivos estéticos se añade una cierta inquietud ética: ¿adónde han ido a parar esos cientos de bloques de piedra natural expoliados? ¿Qué accesos a qué chalé pueden estar pavimentando?
Por último, la acera, que ya era de considerable amplitud, se ha ensanchado, y en su tramo final, a más del doble, dejando sólo un carril de salida hacia la plaza de las Salesas.
Claro, como el tráfico de Madrid es tan fluido, estrechar la calle no representa ningún problema, y en cambio había que dar amplitud a los miles de personas (!) que a diario deambulan por ahí; ya sólo falta que se les ocurra sustituir los árboles de la calle por unos arbolitos de plástico de todo a cien. Viva el Madrid de la señorita Pepis.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 11 de febrero de 2002