Como en una operación plus ultra del siglo XXI los familiares de los favoritos Rosa, Chenoa y Bisbal llegaron planchados y rígidos a su lugar en el plató. Los de Bustamante parecían mantener la esperanza, los de Manu Tenorio la dignidad, y los de Verónica, a pesar de contar con el voto oculto -nadie confiesa votar al PP ni a Vero- el humor.
Tal vez por eso, el político del PP catalán Enrique Lacalle, en el lugar de los VIPS, no quiso perderse la gala.
MÁS INFORMACIÓN
A las 21.30 horas, entraron los finalistas al plató. Bustamante, desconcertado y con su entrañable actitud de camorrista de West Side Story. Manu Tenorio, muy sonriente, fue el que pronunció la frase de la noche: "No hay pá tanto, cohoones". Bisbal, con la frente más planchada que nunca, le dio la razón a su madre, que por la tarde se había quejado en el programa de Gemma Nierga de que lo peinan mal y le ponen camisetas de Spiderman.
Chenoa y Verónica, como la diva y la antidiva que son, y Rosa, escondida entre ellas. Miguel Bosé entró poco después con americana de pana blanca que le daba la razón a los que dicen que la moda, como la novela, también ha muerto. Se la quitó antes de salir. La povertà tiene un límite.
Durante la gala se creó una corriente de pensamiento que decía que los que debían ir a Eurovisión son los profesores con la canción que han compuesto y que seguramente hizo que un productor hiciese una llamada para encargar enseguida La Academia: el musical.
Por una vez el padre de Rosa estuvo más expansivo que nunca y se dedicó, con su mujer, a secarle el sudor a una hija que por la tarde ya vivían como ganadora. La madre de Bisbal no pudo evitar ponerle bien el pelo a su hijo cuando no les enfocaban.
Tito Bustamante, el padre de David, era el más desconcertado. Su hijo es el único concursante que tiene integrado el concepto de "el día de mañana", y un concepto así sólo puede habértelo enseñado un padre que ha pasado mil madrugadas de albañil posdesarrollista calentando sus manos al fuego de mil bidones. El título que sugerían los del público del próximo disco del ruiseñor del andamio era: El pan no se tira.
Los familiares de Vero se tomaron lo que ya sabían con la misma risueña alegría de su hija, y los de Chenoa con la dignidad de una Ana Bolena en el cadalso. No hubo cacerolazos para protestar por la injusticia cometida con la argentina de Palma de Mallorca.
Los fans más maduros fueron los de Manu Tenorio. Para ellos, Eurovisión no es un premio goloso para su aflamencado Paul Newman (un premio que volvería locos de emoción a los fans de Verónica).
Fuera, en la calle, las fans de Bustamante estaban encaramadas -cómo no- al mobiliario urbano y las de Chenoa, más previsoras, habían traído escaleras marca Kettal. Había autocares de la empresa Padrós. Las más jóvenes gritaban el nombre de los expulsados y alguien tuvo un recuerdo para el desaparicido Javián. El único que lo miraba todo con nostalgia era el vigilante del plató de al lado, el de Crónicas Marcianas, sin abandonar su puerta.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 12 de febrero de 2002