Leo (Abc, ayer) que tres de cuatro reclusos son reincidentes. Leo que un gran porcentaje de los presos son extranjeros y que el Gobierno deniega permisos de residencia y trabajo a 200.000 inmigrantes: irán a nutrir la delincuencia. El aumento de los delitos tiene como origen a extranjeros y menores. Vengo de Barcelona, donde un psiquiatra forense me señala que el mayor número de presos son de origen no catalán. Si al cielo van 'los de siempre', a la cárcel también. Y el delincuente reincide porque está en su naturaleza. No digo 'naturaleza' a la manera lombrosiana desprestigiada de que ciertos lóbulos dirigen el cerebro al crimen, sino del lugar de su nacimiento: nacen donde no se come, la naturaleza divina o la ley humana no están decididas a que coman o se abriguen o amen por derecho, y acuden al delito. Salen, siguen sin comer -la sociedad tiene un motivo legal para rechazarlos y para acusarlos de todo- y reinciden. ¿Qué hace una persona sin papeles? Su sola existencia, el no-ser, no-estar, es ya un delito.
La respuesta de la sociedad, según los informes -Interior, policía, fiscales-, debe ser el endurecimiento de las penas: 'Arbitrar alguna medida', que se proceda a la expulsión de los inmigrantes delincuentes 'para poner coto a situaciones escandalosas'; los fiscales quieren -con respecto a los menores- 'ampliar la medida cautelar de internamiento'.
Hubo tiempos, y filósofos, economistas, moralistas incluso -con todo el peligro social que representa un moralista-, que pretendieron una especie de reparto social al que llamaron 'redistribución de la riqueza' para salvar su vida mediante el eufemismo de la 'guerra de clases', hubo otros que quisieron ponerla en práctica mediante revoluciones, que son en sí un delito. Otros tiempos. Hoy se ha aceptado que esto es así y se ha convertido en una forma de libertad en uno de sus aspectos nominales más repugnantes: que todo el mundo tiene las mismas oportunidades, y que la libre concurrencia hace que el que trabaje y sea listo gane el dinero, y el vago, tonto, malo o inepto acumule la pobreza: pero son los de siempre, y conocen por sus genes el camino de la cárcel como las aves migratorias saben dónde pasar el invierno.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 13 de febrero de 2002