No sé si dejarme llevar por la indignación, la rabia o la tristeza. El viernes próximo, según me han dicho, cerrará inexorablemente sus puertas la pequeña biblioteca de La Caixa en la calle de Verdi de Barcelona, encima de la Travessera de Dalt, cerquita del Mercat de la Salut. Durante años he pasado frente esa biblioteca mientras ascendía las cuestas del barrio con la compra y nunca he dejado de agradecer su existencia en una zona donde carecemos de tantas cosas. Mis hijos se sacaron el carnet y, como tantos otros, han pasado muchas horas y han aprendido mucho allí. Ahora, y pese a una campaña de recogida de firmas, se cierra; me dicen que porque La Caixa ha decidido desprenderse de su red de bibliotecas, harta de hacer un papel subsidiario mientras que el Ayuntamiento no asume sus responsabilidades en la cuestión.
No sé en qué beneficiará a La Caixa cerrar nuestra pequeña biblioteca, ni qué grandes planes tienen el Ayuntamiento o nuestro responsable de distrito, que, por lo visto, es el señor Mascarell, quien es, aunque parezca contradictorio, también el responsable de Cultura municipal. No sé. Lo que sé es que se apaga una pequeña luz en nuestra vida cotidiana.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 14 de febrero de 2002