El Ayuntamiento franquista de Palau de Plegamans (Vallès Occidental) decidió hace 50 años que el mejor lugar para guardar unas granadas de mano era bajo el suelo de una plaza, justo al lado del consistorio. El gobierno minicipal de aquella época no debió de prever que medio siglo después las tierras de la plaza, ahora llamada del Onze de Setembre, volverían a ser removidas para reformarla. Un vecino que en su día fue trabajador del Ayuntamiento dio la voz de alarma cuando vio que la plaza estaba en obras y advirtió de que allí se habían enterrado unas granadas de la guerra civil española.
Efectivos de la unidad de desactivación de explosivos de la Guardia Civil desenterraron siete granadas de mano ocultas a tan sólo 1,5 metros de profundidad. Cinco de ellas aún estaban enteras, las otras dos estaban rotas, aunque todas tenían su correspondiente detonador. Los agentes las explosionaron en unos terrenos cercanos al municipio.
La historia de las granadas, que han permanecido ocultas durante medio siglo, a pocos metros del Ayuntamiento, se remonta a la década de 1950. Un payés las halló en su finca cuando trabajaba la tierra e hizo lo que creía que tenía que hacer: entregarlas al gobierno municipal. Y éste, aprovechando las obras que se hacían en una plaza, decidió enterrarlas bajo el pavimento.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 15 de febrero de 2002