Pienso que la ley de prohibición de consumo de alcohol en la vía pública no acabará con el real problema de aburrimiento, falta de finalidad de la vida, desinterés por uno mismo y por los demás y pobreza de recursos que sufrimos la gran mayoría de jóvenes, ya seamos bebedores o no.
Si los jóvenes no tuviéramos que pagar alquileres tan altos, si no gastáramos nuestra paga entera para ir al cine, si en las ciudades hubiese más zonas dedicadas al tiempo libre como zonas de escalada, patinaje, salas de teatro a precios asequibles, discotecas gratuitas, bibliotecas interesantes, facilidad para los viajes, conciertos... pienso que aprovecharíamos mejor nuestras horas de entretenimiento, y de una forma más sana.
Con esta ley sólo se va a conseguir convertir en delincuentes, potenciales incumplidores de una ley, a jóvenes que lo que necesitan es más atención por parte de la sociedad y del Gobierno, que debería pensar en ofrecer más opciones a los jóvenes.
La educación puede enseñar a escoger lo que es bueno para uno mismo y para el bien común, la prohibición anula cualquier posibilidad de crecimiento personal. No es una ley positiva.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 15 de febrero de 2002