Se quiere introducir una Ley de Calidad de la Enseñanza (curioso eufemismo para mejor vender el producto) con el fin de paliar el fracaso escolar, pero éste no es más que un síntoma de un fracaso de mayor envergadura: el fracaso social. La escuela no es impermeable a una realidad social que camina en sentido opuesto a lo que se pretende inculcar en las aulas. Una sociedad sometida a la mediocridad, a la chabacanería, al triunfo personal por encima de la solidaridad, con la cultura desterrada y sin una escala de valores como referencia. Plantear mal los problemas supone errar en las soluciones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de febrero de 2002