Así deben ser las recogidas por una cámara de seguridad del apaleamiento y muerte del ecuatoriano Wilson Pacheco, ante la mirada atónita y actitud pasiva de un grupo de ciudadanos. Así son las de la llegada al aeropuerto de su viuda, incomprensiblemente asediada y rodeada por un grupo de reporteros, mientras llora desconsoladamente sin poder articular palabra alguna, con los micrófonos pegados a su cara durante una eternidad. Triste experiencia en España de este matrimonio. Al marido lo apalean y matan sin que nadie salga en su defensa. Eran unos bestias, dicen. A la solitaria viuda, indefensa ante semejante asedio, nadie le respeta su dolor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de febrero de 2002