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El billete de cinco 'talegos'

141 años después de los reales de vellón y la desamortización de Mendizábal, se emitía el primer billete de la transición

Esta semana EL PAÍS ofrece cinco nuevos fácsimiles de billetes históricos, entre ellos el primero emitido en el reinado de Juan Carlos I. Fue de 5.000 pesetas, lleva fecha de 6 de febrero de 1976 y coincide con la transición hacia la democracia. Por entonces muchos presos comunes salieron con el indulto general y trasladaron a la calle buena parte de su vocabulario, entre otras la palabra talego para designar las mil pesetas. Era también la primera vez que comenzaba a circular un billete tan grande (había existido otra emisión por esa cantidad durante la guerra civil, pero con el fin de ésta no llegó a salir nunca a la calle).

La inflación acumulada, especialmente acusada en los cinco años anteriores, había obligado a aumentar el valor nominal del billete más alto, hasta entonces de mil. En esos tiempos, 5.000 pesetas era una cantidad apreciable. Un buen sueldo subía hasta 40.000 o 50.000 cuando cinco años antes esos salarios equivalían a 15.000 o 20.000. Un periódico costaba diez pesetas, un café, 15, aunque pronto quitaron la subvención estatal a ese producto; un piso de tres habitaciones en la calle Hermosilla subía a 4,5 millones, ver películas en las salas grandes que no habían dado paso a las minicines, oscilaba entre diez y veinte duros; el dólar se cotizaba a 67.

Una referencia comparativa para los años de los billetes de esta semana puede ser la adquisición de un coche utilitario. En 1976, un seat 127 costaba 160.000 pesetas (120 talegos de Carlos III), un dos caballos, 120.000. En 1935, un fiat Balilla en Italia tenía el precio de 10.800 pesetas más importación e impuestos, según modelos, y un topolino 8.900. En 1943, Italia estaba en guerra y en la España de la posguerra civil se encontraban pocos automóviles, pero un fiat pequeño se llevaba 40.000 papeles de una peseta de Fernando el Católico, monarca que tiene calle en Madrid, pero no estatua ni monumento.

Este criterio de los coches no se puede retrotraer a la España de los 4.000 reales de vellón (moneda de cobre que históricamente se fue comiendo a la de plata) de 1835. Por aquella fecha Mendizábal, seudónimo del gaditano Juan Méndez, preparaba la desamortización de los bienes raíces de las órdenes religiosas con objeto de financiar la guerra del Norte, luego conocida como Primera Guerra Carlista. Desde luego los que disponían de estos documentos de 4.000 reales eran los más firmes candidatos a adquirir las apetitosas posesiones territoriales de frailes y monjas.

En el primer liberalismo, se podía comer por seis u ocho reales con huevos fritos y otros platos, para dar de postre pasas y almendras más un bollito de tahona. Por 12 reales se daba de comer una amplia gama de platos en las recién aparecidas fondas (no se había importado aún la palabra restaurant) con influencia francesa en la cocina, italiana en los modales y en el precio fijo, así como una lista escrita de platos (hasta entonces los recitaba el mozo), tres aspectos de modernidad que nunca se habían cultivado en los mesones, hosterías y bodegones castizos. El primero de estos establecimientos en Madrid fue Genieys, que dio a conocer las croquetas y los asados a la papillote con mantequilla y aceite.

Con un papel de 4.000 reales y la mitad de otro se podía comprar un par de perlas de 25 quilates, lujo al alcance de la burguesía emergente que trataba de implantar el liberalismo parlamentario utilizando la iglesia de Clérigos menores como Cámara política y situada en la Carrera de San Jerónimo, donde luego se levantarían las Cortes.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de febrero de 2002