¿Se imaginan ustedes el escándalo que se organizaría si el Ayuntamiento pretendiera la construcción de un puente que sobrevolara los jardines de Viveros?
Pues algo peor está haciendo sin que casi nadie levante la voz de alarma. En efecto, con la reconstrucción del puente de las Flores ya serán por lo menos tres los que lleva tendidos nuestra alcaldesa. La suma de las longitudes de los puentes de las Artes, de la Avenida de Francia, y de las Flores es casi el doble (1.9 veces) de la anchura de los Viveros en la entrada de la avenida de Blasco Ibáñez.
Pero lo grave, con serlo, no es la superficie verde que se pierde con estos puentes o los pinos que hubo que arrancar para levantar el puente de las Artes, sino la consideración del Jardín del Turia como un obstáculo a salvar. En lugar de construir rampas y escaleras de acceso para que la ciudad se abra hacia este jardín se sigue fomentando que el vehículo privado convierta el mayor jardín de la ciudad en una medianera de autopista.
Es un momento perfecto para que, siguiendo el ejemplo de El Cabanyal, algún abogado con inquietudes medioambientales o alguna asociación de vecinos actúe legalmente para impedir esta nueva agresión a un jardín que tanto costó evitar que se convirtiese en autopista.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 18 de febrero de 2002