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COMUNICACIÓN

Los escudos de la revolución

Las novelas de Benito Pérez Galdos nos dan las claves del coste de la vida cotidiana en la segunda mitad del siglo XIX

Tres de los cinco billetes de esta entrega se fabricaron durante el sexenio revolucionario (1868-1874), el pronunciamiento militar y la corriente de opinión liberales que destronaron a Isabel II, otro pertenece (1903) a la segunda fase de la Restauración y el último es de 1940.

El papel moneda

El 13 de septiembre de 1868 dio paso a una época de constantes cambios de régimen y de gobiernos, que conforman el ambiente en el que se mueven y viven intensamente los personajes de la novela galdosiana Fortunata y Jacinta, una de las cumbres de la novela española. El autor no para de dar datos de la vida económica de la época, y aunque los vaivenes políticos fueron constantes, señala que para el comercio madrileño, localizado en los alrededores de la Plaza Mayor, fueron buenos.

En los años anteriores, tanto los comerciantes como los compradores no habían encajado bien la aparición del papel moneda. Justo cuando aparecieron los primeros mecheros de gas para el alumbrado, arrumbando los hachones de cuatro luces, se pusieron en circulación los primeros billetes del Banco de San Fernando. Y dice Benito Pérez Galdós: "Sólo se usaban para el pago de letras, pues el público los miraba aún con malos ojos. Se hablaba aún de talegas (cantidad de mil pesos duros en plata, término que en el siglo XX reverdeció como talegos), y la operación de contar cualquier cantidad era obra que la desempeñara Pitágoras u otro gran aritmético, pues con los doblones y ochentines, las pesetas catalanas, los duros españoles, los de veintiuno y cuartillo, las onzas, las pesetas columnarias y las monedas macuquinas, se armaba un belén espantoso".

La peseta

A todo este lío vino a poner fin el movimiento revolucionario del general Prim. Se puso la peseta como unidad monetaria de todo el país y se acuñaron monedas de esa cantidad, aunque los billetes en pesetas se demoraron hasta 1874.

Para saber lo que era un escudo, en un pasaje de la narración de referencia uno de los personajes jugaba medio escudo, equivalente a medio duro, o sea, diez reales o 2.50 pesetas en la nueva unidad que todavía no se había popularizado. A la familia protagonista, los comerciantes Santa Cruz, les tocó la lotería de Navidad en 1873. Jugaban un billete completo (200 reales) por el que obtuvieron 250.000, que habían repartido entre familiares, empleados y amigos.

Los acomodados Santa Cruz, que se habían retirado del comercio, tenían una renta anual de 25.000 pesos o duros que les rentaban las casas, las acciones y la participación en su antiguo almacén. Gastaban en la casa mil duros al mes y el padre de familia entregaba a su hijo Juanito cada seis meses 2.000 duros para gastos personales. Y éste, con lo que además obtenía de mamá, se echó a perder.

En 1940, año de la peseta de Hernán Cortés, hubiera cumplido 95 años. Demasiada edad y, en cualquier caso, haría tiempo que habría derrochado la fortuna de sus mayores. En estas fechas el papel era obligado por las dificultades de la posguerra. No hubo monedas de peseta hasta 1944.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 24 de febrero de 2002