"Yo no tomo nada raro, sólo minerales y productos naturales". "No tengo médico y lo único que tomo, que son vitamina, las compro en el supermercado". Las primeras palabras que Johann Muehlegg fue pronunciando, de radio en radio y agencia y agencia, reivindicaban su inocencia. Aunque tampoco pareció demasiado dolido con el castigo. "No me parece bien, porque necesito el contraanálisis. La Comisión también decide en 12 horas y es difícil preparar la defensa. Pero con dos medallas de oro tampoco se puede decir que me haya ido mal en esta cita".
"No tengo ningún miedo. He pasado muchas veces todo tipo de controles y estoy limpio", había dicho Muehlegg nada más recibir el tercer oro. Eran las ocho y media de la tarde. Apenas una hora después, al llegar al hotel, se enteraba de su positivo. En el podio se mostró contento, pero menos expresivo que las dos veces anteriores. "He pasado todos los controles y no he tenido problemas", insistía.
Y sobre los apuros en las pruebas de hemoglobina previas -en la primera toma dio 17,5, justamente el límite permitido, y en las dos siguientes ya bajó-, se mantenía seguro: "Tuve una diarrea. Además, a mí me suele subir a veces el nivel por lo mucho que me entreno en altitud". Y repetía: "Yo estoy limpio. Mi única gasolina es diesel y se llama entrenamiento. Todo es fruto del trabajo. Por eso estoy orgulloso".
En 2001 subió del bronce a la plata en los 20 kilómetros por la descalificación del finés Jari Isometsae, uno de los cuatro implicados en el dopaje con hidroextil, otra variante para oxigenar la sangre. Entonces dijo: "Me da igual la plata. Es una mala noticia para el esquí. Estoy contra el dopaje. Aparte del engaño y del peligro que supone para la salud, hace muy mala publicidad al deporte".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de febrero de 2002