No hace mucho tiempo, un alto cargo de la judicatura madrileña afirmó que la prostitución era un trabajo como otro cualquiera.
Pensemos en lo que hay alrededor de la prostitución: mujeres, la mayoría inmigrantes sin papeles que son traídas por mafias organizadas. Mujeres que trabajan sin unas mínimas garantías sanitarias, sin seguros sociales, sin obligaciones fiscales, sin seguridad personal, la mayor parte de ellas con problemas de drogadicción...
¿Cabe mayor número de irregularidades en una profesión? ¿Hemos de pensar que esa pobre mujer que ha sido asesinada en la Casa de Campo de Madrid ejercía un trabajo como otro cualquiera?
¿Hasta cuándo seguiremos con esta hipocresía?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de marzo de 2002