El jueves, en la calle Mayor tuvo lugar una batalla campal, calificada por Alberto Ruiz-Gallardón como un incidente, entre policías municipales vestidos de paisano y delincuentes callejeros uniformados, con apodos como Elefante o Puma, encargados de devolver a la realidad democrática mediante porrazos en el cogote, a los manifestantes de la Policía Municipal que pedían más medios materiales y humanos en sus unidades.
Pretendían hacer llegar sus protestas al regidor de la Villa, José María Álvarez del Manzano, que, parapetado en su castillo, desoía los gritos de sus súbditos, preocupado por aprobar el proyecto de prolongación de la Castellana.
Pese al grave altercado que tenía lugar a sus pies y al abandono del pleno por parte de la mayoría de los concejales de la oposición, prosiguió su negocio inmobiliario, mientras que en la calle los cosacos cargaban contra los agentes del orden disparando pelotas de goma, lanzando gases lacrimógenos... Aquello no era Madrid, era la Rusia de 1905 y aquel alcalde no era tal, era el zar Nicolás II lanzando a la policía contra la multitud.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de marzo de 2002